C O N A D E P
La actual campaña política,
camino a las Pasos del mes de Agosto y las posteriores elecciones generales, es
un muestrario de la degradación en la que hemos caído los argentinos, y con
nosotros también nuestra política y los políticos, diputados, senadores,
periodistas, sindicalistas, magistrados
y funcionarios judiciales, intelectuales, historiadores, docentes y demás,
manifestada en la decadencia moral de nuestra sociedad.
Los partidos políticos
atomizados en mil pedazos, se nutren de dirigentes y militantes que buscan cobijarse
donde mejor caliente el sol. Los radicales se han vuelto liberales y los
peronistas se han convertido en republicanos. Se ha desprestigiado la
“autoridad”, lo que no tiene nada que ver para tranquilidad de los pusilánimes,
con el autoritarismo, y se ha desacreditado la “palabra”.
Causa profunda tristeza ver como dicen y se desdicen de sus propios dichos,
los aspirantes a cargo electorales, para poder encaramarse al menos en una
pizca de poder que les permita seguir subsistiendo y gozando de sus posiciones
de privilegios, pues para ellos en eso consiste la “función pública”. Ni hablar
de vocación de servicio y mucho menos de patriotismo.
Debo decir, que
por comprovinciano y conocido, siento un
gran afecto por el Dr. Horacio Rossatti, pero ni los miembros de la Corte se
eximen de esta Torre de Babel, en la que ya no se les entiende cual es el
derecho que plasman en sus sentencias. En el caso del jurista arriba nombrado,
no pudo mantener el dos por uno inicialmente sostenido, y en el caso de la
infamia de los militares presos por combatir la
subversión apátrida, tampoco se le concede la prisión domiciliaria
establecida por ley, mientras están muriendo en la cárcel con casi noventa años
de edad.
Se escandaliza
el periodismo porque un impresentable como Brieva les pide una CONADEP.
Ofendidos, escribieron ríos de tinta sobre ello, ensalzando a la misma y
rindiendo loas a una de las peores figuras política que dió nuestro país como fue Raúl Alfonsín. La Conadep fue una
comisión especial, que a pesar de las abusivas prerrogativas que se le dieron,
no solo no pudo probar nada y solo basaron sus dichos en testimonios de los
derrotados, sino que además de preconstituir pruebas falsas dieron por desaparecidos
a quienes no lo eran, como por ejemplo a una ministra de la Corte Suprema entre
tantos otros, que por supuesto cobraron sus inexplicables indemnizaciones. En
realidad, para no equivocarse, solo basta ver quienes la integraban: todos
izquierdistas del mismo palo. Basta recordar el discurso final de ese personaje
turbio que fue Sábato, para calificarlo de manera elegante, hablando de jóvenes
pacifistas y sindicalistas heroicos.
En definitiva,
hoy le toca al periodismo beber el propio veneno, mañana serán otros, pero la Conadep no puede ser un buen
instrumento para unos y malo para otros. O lo es para todos o no lo es para
nadie. Ocurre que para indagar conductas
ajenas se requiere un nivel moral altísimo
y una conducta intachable, cosa de la que no podía hacer gala los integrantes de aquella tristemente
celebre “comisión especial”.
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