sábado, 8 de junio de 2019

POEMA DEL SARGENTO BUSTAMANTE


POEMA GAUCHO DEL SARGENTO BUSTAMANTE

 

         Cercana ya la fecha del  17 de Junio, en la cual conmemoramos la muerte del General Don MARTÍN MIGUEL DE GUEMES acaecida en el año 1821  en  la Cañada de la Horqueta, recurro a un pequeño libros de poemas que tengo en mi biblioteca titulado CANTO A SANTA FE y que fuera escrito por mi primo, RENE BERRAZ MONTYN, y que sus amigos publicaran después de su muerte en el año 1976.

 

         Dicho ejemplar es un regalo de Tota, su madre, prima hermana de la mía, que en la primera hoja escribió esta pequeña dedicatoria: “En este día feliz, te dedico estos poemas  tan gratos a mi corazón, deseando que siempre recuerdes a quien los escribió. Un cariño muy grande de tu madrina postiza TOTA”. 

 

         Lo de madrina postiza refiere al hecho de que su esposo, CARLOS BERRAZ MONTYN (Pichón) fue mi padrino de bautismo y cuando tuve que elegir a mi padrino de confirmación, lo elegí a René, de quién tengo un recuerdo imborrable. Se dice que uno admira lo que no tiene. Bueno a René siempre lo admire por su enorme fe en Dios, por su inigualable inteligencia  y su desbordante simpatía, unido ello a la calidez de su trato, lo que convergía  en una personalidad inevitablemente atractiva.

 

         RENE murió a los treinta y tres años y hoy le rindo homenaje transcribiendo literalmente su PÓEMA GAUCHO DEL SARGENTO BUSTAMENTE.

 

         “¿Y´ ande quedó tu lanza, Bustamante?”

                                                          Febrero de 1973

 

El viento silencioso;

diluía el perfume de la tarde,

la montaña cayendo por entre los senderos serpenteantes;

y el crepúsculo vago que se muere

bajo el calor salteño y abrazante.

Un batallón vencido, que regresa

por entre las brumas vesperales;

el cansancio en la cara de los hombres,

derrota, sudor y sangre.

El General Martín Miguel de Guemes

enancado en su zaino de combate,

y los hombres que vuelven en derrota

atardecer quemante.

 

El español condujo a la emboscada

con estratégico arte;

cayó en la trampa la gloriosa hueste

y ahora vuelve vencida del combate.

El General va a revisar la tropa;

hay un temblor callado bajo el aire,

penosamente se reagrupa el cuadro,

se levantan las lanzas en coraje

y comienza el recuento de vencidos,

bajo el aire salteño y susurrante.

-Soldao Crisanto Sosa…

- Presente, Comandante!

- Soldao Donoso Fierro…

- Presente, Comandante!

-Sargento Jose Luna… y la respuesta

- Murió en combate –

Y uno a uno –presentes y caídos-

fue pasando revista el Comandante;

cada cual con su lanza,

cada cual con su chuza de estandarte.

Pero de pronto, don Martín de Guemes

se cuadró ante un gigante

de barbas renegridas y pobladas,

el ojo agonizante…

la dura palidez de las heridas

le enturbiaba los rasgos del semblante;

y se le planta el General y dice:

-Sargento Antonio Bustamante…

-Presente – le gritó el soldado

la colosal cabeza bamboleante…

no llevaba su lanza el veterano,

¡La perdió en el combate…!

Se poblaron de sombras las miradas

fue un durísimo instante…

Y el General Martín Miguel de Guemes

-tembloroso, jadeante,

las barbas volanderas hacia el viento,

bajo el calor pesado de la tarde-

se acercó hasta el soldado,

hasta el viejo soldado vacilante

gritándole a la cara:

-¿y ‘ande quedó tu lanza Bustamante?

¿Li has rigalao el arma

al maturrango desafiante?

¿Te ha vacilao, como a mujer el  brazo?

¿Qué ha pasao con tu temple Bustamente?

¡Siempre juiste el más duro de mis hombres

y cuando más te precisé, arrollaste¡-

¡La Patria esperaba todo de nosotros

Y hemos guelto vencidos del desastre¡

¡Y has llegao sin tu lanza

Sargento Bustamente…¡

 

 

Se enrojeció la cara del guerrero,

 un rictus duro le agrietó el semblante;

pareció que iba a hablar, raro murmullo

zigzagueó entre la tropa vacilante…

- ¡Mi lanza General!

-Gritó el Sargento Antonio Bustamante.

¡Mi lanza se quedó allá entre los cerros…

¡Se quedó con mi brazo comandante¡

…Y revoleando el poncho, le mostró a la tropa

un colgajo chorreante

una herida monstruosa  en el lugar del brazo

rojo muñon sangrante…

 

 

Después cayó del tungo para siempre

y la luz peregrina de la tarde,

recortada en el filo de los cerros,

le iluminó el semblante.

 

Y el comandante Guemes

-el ojo sollozante-

-la mejilla gastada-

-y la voz rumorosa, vacilante-

saludó con el sable victorioso,

con el glorioso sable de combate,

levanto la mirada

hacia el rumbo violeta de la tarde,

y murmuró -¡Presente, mi sargento¡-

-¡Presente don Antonio Bustamente¡

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2 comentarios:

  1. Muy bueno Tío, te felicito por lo que escribís, no sabia que tenias este blog (me lo paso Papá) ya empece a seguirte para poder leer lo que vas publicando. Abrazo grande Keko.

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  2. Muchísimas gracias Keko, espero verte el 17 en la Pirita.

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