POEMA GAUCHO DEL
SARGENTO BUSTAMANTE
Cercana ya la fecha del 17 de Junio, en la cual conmemoramos la
muerte del General Don MARTÍN MIGUEL DE GUEMES acaecida en el año 1821 en la
Cañada de la Horqueta, recurro a un pequeño libros de poemas que tengo en mi
biblioteca titulado CANTO A SANTA FE y que fuera escrito por mi primo, RENE
BERRAZ MONTYN, y que sus amigos publicaran después de su muerte en el año 1976.
Dicho ejemplar es un regalo de Tota, su
madre, prima hermana de la mía, que en la primera hoja escribió esta pequeña
dedicatoria: “En este día feliz, te dedico estos poemas tan gratos a mi corazón, deseando que siempre
recuerdes a quien los escribió. Un cariño muy grande de tu madrina postiza
TOTA”.
Lo de madrina postiza refiere al hecho
de que su esposo, CARLOS BERRAZ MONTYN (Pichón) fue mi padrino de bautismo y
cuando tuve que elegir a mi padrino de confirmación, lo elegí a René, de quién
tengo un recuerdo imborrable. Se dice que uno admira lo que no tiene. Bueno a
René siempre lo admire por su enorme fe en Dios, por su inigualable
inteligencia y su desbordante simpatía,
unido ello a la calidez de su trato, lo que convergía en una personalidad inevitablemente
atractiva.
RENE murió a los treinta y tres años y
hoy le rindo homenaje transcribiendo literalmente su PÓEMA GAUCHO DEL SARGENTO BUSTAMENTE.
“¿Y´
ande quedó tu lanza, Bustamante?”
Febrero de 1973
El viento silencioso;
diluía el perfume de la tarde,
la montaña cayendo por entre los senderos
serpenteantes;
y el crepúsculo vago que se muere
bajo el calor salteño y abrazante.
Un batallón vencido, que regresa
por entre las brumas vesperales;
el cansancio en la cara de los hombres,
derrota, sudor y sangre.
El General Martín Miguel de Guemes
enancado en su zaino de combate,
y los hombres que vuelven en derrota
atardecer quemante.
El español condujo a la emboscada
con estratégico arte;
cayó en la trampa la gloriosa hueste
y ahora vuelve vencida del combate.
El General va a revisar la tropa;
hay un temblor callado bajo el aire,
penosamente se reagrupa el cuadro,
se levantan las lanzas en coraje
y comienza el recuento de vencidos,
bajo el aire salteño y susurrante.
-Soldao Crisanto Sosa…
- Presente, Comandante!
- Soldao Donoso Fierro…
- Presente, Comandante!
-Sargento Jose Luna… y la respuesta
- Murió en combate –
Y uno a uno –presentes y caídos-
fue pasando revista el Comandante;
cada cual con su lanza,
cada cual con su chuza de estandarte.
Pero de pronto, don Martín de Guemes
se cuadró ante un gigante
de barbas renegridas y pobladas,
el ojo agonizante…
la dura palidez de las heridas
le enturbiaba los rasgos del semblante;
y se le planta el General y dice:
-Sargento Antonio Bustamante…
-Presente – le gritó el soldado
la colosal cabeza bamboleante…
no llevaba su lanza el veterano,
¡La perdió en el combate…!
Se poblaron de sombras las miradas
fue un durísimo instante…
Y el General Martín Miguel de Guemes
-tembloroso, jadeante,
las barbas volanderas hacia el viento,
bajo el calor pesado de la tarde-
se acercó hasta el soldado,
hasta el viejo soldado vacilante
gritándole a la cara:
-¿y ‘ande quedó tu lanza Bustamante?
¿Li has rigalao el arma
al maturrango desafiante?
¿Te ha vacilao, como a mujer el brazo?
¿Qué ha pasao con tu temple Bustamente?
¡Siempre juiste el más duro de mis hombres
y cuando más te precisé, arrollaste¡-
¡La Patria esperaba todo de nosotros
Y hemos guelto vencidos del desastre¡
¡Y has llegao sin tu lanza
Sargento Bustamente…¡
Se enrojeció la cara del guerrero,
un
rictus duro le agrietó el semblante;
pareció que iba a hablar, raro murmullo
zigzagueó entre la tropa vacilante…
- ¡Mi lanza General!
-Gritó el Sargento Antonio Bustamante.
¡Mi lanza se quedó allá entre los cerros…
¡Se quedó con mi brazo comandante¡
…Y revoleando el poncho, le mostró a la tropa
un colgajo chorreante
una herida monstruosa en el lugar del brazo
rojo muñon sangrante…
Después cayó del tungo para siempre
y la luz peregrina de la tarde,
recortada en el filo de los cerros,
le iluminó el semblante.
Y el comandante Guemes
-el ojo sollozante-
-la mejilla gastada-
-y la voz rumorosa, vacilante-
saludó con el sable victorioso,
con el glorioso sable de combate,
levanto la mirada
hacia el rumbo violeta de la tarde,
y murmuró -¡Presente, mi sargento¡-
-¡Presente don Antonio Bustamente¡
Muy bueno Tío, te felicito por lo que escribís, no sabia que tenias este blog (me lo paso Papá) ya empece a seguirte para poder leer lo que vas publicando. Abrazo grande Keko.
ResponderBorrarMuchísimas gracias Keko, espero verte el 17 en la Pirita.
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