miércoles, 22 de abril de 2020

PERSPECTIVA DE GENERO


PERSPECTIVA DE GENERO:



                El marxismo, después de su estrepitoso fracaso en todos aquellos países en los que fue gobierno, y a los que rigió con mano de hierro con un sistema tiránico propio de su génesis, al no poder hablar más de lucha de clases y dictadura del proletariado como consecuencia, entre otras, del metódico enriquecimiento y correspondiente mutación de su clase dirigente, devino en Progresismo,  marxismo gramsciano que relegando la lucha armada y enarbolando la revolución cultural, carga decididamente contra nuestras instituciones, como así también contra los valores éticos y morales de nuestra sociedad.



                El Progresismo, en su versión más radicalizada, esto es la Ideología de Genero, al no tener un sustrato fáctico que lo justifique y sobre el cual pueda configurar su cosmovisión, como el Mercado para el liberalismo, o las fuerzas productivas  como motor de la historia en el materialismo marxista, se direcciona contra  todo lo que sostenga al mundo occidental y cristiano, provocando en el mismo, por debilidad y cobardía de la dirigencia políticamente correcta, una crisis de identidad que pone en peligro nuestra cultura y la juventud que en ella abreva.



                Caídos los postulados marxistas, el Progresismo ataca cualquier idea de deidad y el culto a ella debido, ataca a la Iglesia y también a la Justicia, a las fuerzas Armadas y especialmente a la familia. Se discute la autoridad, la  paternidad, la jerarquía, y se desafía a Dios negándosele su poder creador.



                Ya no es el Señor quien dispone a qué sexo pertenecemos, sino que es el hombre quien elige que sexo asumir. Y esta perversión se les enseña, con el correspondiente respaldo legal, a nuestros niños en edad escolar.



                Esta dictadura del relativismo, como fuera bautizado por Benedicto XVI, presenta el vicio como virtud  y en un esfuerzo intelectual titánico, coherente con la distorsión lingüística de la que hace gala, y para asombro de Parménides, Santo Tomás y toda la escolástica, se lanza a la aventura de contradecir la Teoría del Ser. Ella hace referencia a la esencia de la cosa, lo que la cosa es, aquello por lo cual una cosa es lo que es y no es otra cosa, aquello por lo cual un ser se distingue de otro.  Y en ese lineamiento llama a la mesa, que es tal porque así lo determina su esencia, silla,  porque quien esta frente a ella mirándola la percibe como silla. Y entonces todo se define según lo perciba el sujeto observante y no por la esencia  del objeto observado.



                Ello responde a una construcción cultural que niega toda posibilidad de intervención a la naturaleza, y en esa inteligencia hay que descontruir los estereotipos creados convencionalmente, especialmente la familia y el rol de la mujer en la misma. Pero que se entienda bien, no se trata de igualar a la mujer con el varón, sino de borrar toda diferencia. No hay hombres ni mujeres y la heterosexualidad es una preferencia entre tantas otras a elegir porque se nace sexualmente neutral.



                De no creer, y como en esto los argentinos aparte de tontos somos precursores de la imbecilidad, ya tenemos una ley que reconoce el cambio de sexo y si osamos seguir nombrando como varón a quién se percibe mujer somos pasibles no solo del repudio social y mediático sino  también de ir presos.



                Hablan de género y no de sexo,  porque sexo alude a dos posibilidades: varón o mujer. En cambio genero, pareciera darle más alas a la degenerada imaginación del modernismo, y  según la cual hay muchas más que dos posibilidades.



        Debemos recordar, que este llamado “colectivo LGTB”, pueden sumar como muchos doscientas mil personas en todo el país, o trescientos mil o cuatrocientos mil. Que en su intimidad, pueden vivir la  sexualidad que quieran. Pero no más. El Derecho se legisla para la generalidad, nunca para la singularidad. En todo caso se hará para regular una situación dada. Pero no para imponer su modalidad, su inmoralidad y su impertinencia como obligatoria para los cuarenta y cinco millones de habitantes restantes. Todas las realidades pueden ser objeto de regulación legal, como lo son la droga, la corrupción o cualquier otra aberración semejante,  pero ello no implica convalidarla o justificarla, mucho menos aplaudirla.



                Como ya lo tengo dicho en este blog, una realidad se regula para encauzarla, promoverla o prohibirla, según principios éticos y morales guiados por la razón que nos permite diferenciar entre el “derecho que es y el que debe ser”.





                Debemos ser claro, aunque sabemos que   quienes dictan, sancionan, interpretan y aplican el derecho , han desvirtuado al mismo convirtiéndolo en un instrumento perverso de este progresismo asqueante, pero igual hemos de advertir que la ley no puede perder nunca la racionalidad como nota característica de su validez y el bien común como finalidad. 



                Los ciudadanos en general y los católicos en particular  estamos obligados  a levantar altisonantemente nuestras voces, acompañados de nuestros pastores, no solo para frenar sino también para revertir esta apostasía que por su apoyo logístico se presenta como devastadora. Y debemos hacerlo  por amor y respeto a la voluntad de Dios Nuestro Señor, que al genero humano lo creo varón y mujer dotándolo al varón de un órgano masculino que penetrando el femenino dé vida. Tal la dignidad con que nos revistió el Creador.



                Cuestionan los progresistas nuestra idea de “lo natural”. Preguntan distraídamente, ¿Qué es natural?, como si ello dependiera  de la opinión subjetiva  de quién tiene que responder. Y lo natural es justamente eso, cumplir con la Voluntad del Señor desarrollando el ser que El nos dio cuando nos fue a buscar a la nada. Y en este orden la mujer es mujer y el varón, varón.



                Sostener lo contrario atenta contra toda racionalidad y fundamentalmente contra la ley natural que Dios imprimió en el corazón de cada hombre.



                Para Santo Tomás la ley es ORDINATIO RATIONIS, esto es, guía del obrar, criterio justo que impone o prohíbe; precepto racional y  justo. De lo que derivamos que la ley injusta no es ley ya que la ley positiva que contradice la ley moral, es un descamino.



                Las leyes positivas deben ser conformes con la ley natural, no para proteger intereses  específicamente religiosos, sino para defender el derecho de todo hombre, cristiano o no, de vivir con arreglo a la ley natural, es decir, de acuerdo con las exigencias de la naturaleza que Dios les concedió al crearlos. De lo que se trata es de defender la dignidad humana frente a las aberraciones que la degradan.

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