VALIÓ LA PENA
Ante la amable
invitación de la Asociación de Exalumnos del Colegio de escribir en su revista
con ocasión de los cincuenta años de egresados, hago llegar a la misma estas
pocas líneas, que si bien han sido escritas a mano alzada, ellas han fluido de
lo más profundo de mi corazón.
Y lo hago
rememorando la primera vez que cruzamos el Patio de los Naranjos rumbo a la 9ª
División que agrupaba los cuatro primer años. Corría el año 1965, aunque algunos ya lo habían
hecho dos años antes, cuando entramos al Colegio por ese patio, con todas
nuestras ilusiones a cuestas. Eran los dorados años sesenta, como así también
eran dorados nuestros sueños y nuestros ideales. Éramos esencialmente
idealistas y nos nutríamos de esos ideales. Pero además éramos sentimentales y
nostálgicos. Recuerdo que durante la primer semana posterior al acto de
egresados, venia todas las tardes a caminar por estos patios y pasillos
desiertos para poder despegarme del Colegio poco a poco. No podía hacerme la idea de que no
volvería nunca más a él y sería la vida misma la que me enseñaría que en
realidad nunca me iría.
Sin embargo para
muchos de nosotros, aquellos sueños
no se cumplieron o se han cumplido
solo en parte y nuestros ideales han sido seriamente vapuleados. Salimos del
Colegio a un mundo que al ritmo del Mayo Francés, estaba invirtiendo los
valores. Varios de nuestros compañeros, que
abrazaron los nuevos paradigmas, murieron en el intento. Los que nos
opusimos a ello, quedamos al margen de la modernidad. Pero de un lado y del
otro, me refiero a nuestras propias y naturales diferencias, seguimos luchando y vinimos hoy a nuestro querido Colegio de la
Inmaculada Concepción a decir AQUÍ ESTAMOS, aquí estamos porque cada uno a su manera y en donde nos tocó,
según la vocación seguida, HEMOS LIBRADO EL BUEN COMBATE.
Hoy volvemos a
nuestro querido Colegio, sin poder disimular las huellas que dejaron esas
batallas, y volvemos para agradecer y celebrar.
Nos recibimos en el
convulsionado año 1969. Nos fuimos del Colegio un tanto contrariados algunos
con otros. Sin embargo por la formación humanista recibida, pudimos ir suturando
heridas y acortando distancias. Como una
gran familia, volvimos a juntarnos.
Agradecemos a
Nuestra Madre María Santísima, haber sido formados en el humanismo católico y
los compañeros de la edad feliz celebramos este reencuentro en los “tutelares
muros” siguiendo la impronta de aquel
entrañable adiós: “conservando los corazones puros, acordándonos de Ti”.
Celebramos nuestro
compañerismo y nuestra amistad, que nos permitió salvar tiempos y distancias y
renovamos aquel abrazo con que nos despedimos aquella tarde-noche bajo el cálido
aplauso de nuestros padres y hermanos, que formaban sin saberlo parte de nuestra querida promoción.
Es cierto
que siempre nos hemos reunido y bastante
asiduamente pero este último tiempo, con motivo de nuestros cincuenta años,
cuando Ricardo y Osvaldo comenzaron a convocarnos y Julio y Salvador a
recibirnos amablemente en la calidez de sus hogares, se nos encendió el
corazón de ilusión, se nos volvió a encender el fuego sagrado de aquellos
inolvidables años. Y entonces con el tiempo
dibujado en nuestros rostros, abrigamos la ilusión que el mismo no había
pasado. Y algo de eso hay. Más allá que
por ser inexorable, el tiempo se llevó
muchos de nuestros compañeros, más allá de eso, al volver a éste nuestro
querido Colegio y palpar con nuestras propias manos que el cariño, el afecto,
la amistad y la confianza entre nosotros
permanecía inalterable, nos dimos
cuenta entonces que el tiempo en eso no nos venció, que esta vez no nos pudo
ganar. Nos dimos cuenta que el último abrazo en que nos envolvimos en aquel diciembre del 69, aún no terminó y
que hoy lo renovamos y lo seguiremos renovando
todos los años que nos queden por vivir, porque el Colegio a nosotros
nos hermanó para toda la vida.
Por todo lo vivido,
muchísimas gracias queridos compañeros de la
Promoción 69, muchísimas gracias Colegio
de la Inmaculada Concepción.
JORGE EUDORO LASSAGA